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Global Media Journal México

Abstract

La Humanidad ha tenido eras sedientas de sangre, pero ninguna tan llena de imágenes de violencia como la presente. Estamos sumergidos en una ola de representaciones violentas nunca antes vista por el mundo. Las imágenes de brutalidad coreografiada por expertos empapan nuestros hogares. No hay escape de la explosión de violencia producida masivamente que se extiende por el ecumene. La violencia es la punta del iceberg de la conexión masiva subyacente al rol de la televisión como una relatora de historias universal y de una industria dependiente de mercados globales. Los roles que los niños atestiguan ya no son los otrora caseros, hechos a mano ni inspirados en la comunidad. Son productos de un sistema de manufactura y mercadeo complejo, integrado y globalizado. La violencia televisiva, definido como la acción física que lastima o mata (o amenaza con hacerlo) es una parte integral de dicho sistema. Las representaciones de violencia no necesariamente son indeseables. La sangre escurre en los cuentos de hadas así como el gore en la mitología o el asesinato en Shakespeare. No toda la violencia es semejante. En algunos contextos, la violencia puede ser una expresión cultural legítima e incluso necesaria. Ejercida individualmente, inspirada históricamente, las expresiones frugal y selectivamente utilizadas de violencia simbólica puede indicar los trágicos costos de las compulsiones mortales. De cualquier forma, ese sentido trágico de la violencia ha sido arrasada por “violencia feliz” producida en la línea de ensamblaje dramática. Esta “violencia feliz” es cool , rápida, indolora y frecuentemente espectacular, incluso emocionante pero usualmente sanitizada. Conduce siempre a un final feliz; debe dejar a la audiencia en un temperamento receptivo ante el siguiente comercial.

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